En un jardín mágico
****Noches en los Jardines del Real Alcázar. Programa: ‘La belle excentrique’, de E. Satie; ‘Jeus d’enfants’, de G. Bizet; ‘Ma mère l’Oye’ y ‘Rapsodia española’, de M. Ravel. Piano a cuatro manos: Laura Sánchez y Cristina Lucio-Villegas. Lugar: Jardines del Alcázar. Fecha: Sábado, 19 de julio. Aforo: Lleno.
La triple celebración del centenario del nacimiento de Eric Satie y de los ciento cincuenta años del fallecimiento de Georges Bizet y del nacimiento de Maurice Ravel ha servido para que el Dúo Scarbó tejiese un atractivo e inteligente programa de piezas para piano a cuatro manos. El entendimiento entre ambas pianistas fue absoluto, con perfecta sintonía a la hora de articular el sonido, de colorearlo, de regularlo, resolviendo con brillantez los pasajes de cruces de manos. Y, sobre todo, con plena identificación a la hora de aportar a cada pieza su toque expresivo particular y apropiado. Con las cuatro piezas de La belle excentrique de Satie se revistieron del espíritu festivo de los cabarets parisinos de la Tercera República, como si estuviesen amenizando los bailes y conversaciones del Moulin de la Galette, mediante pulsación picada, digitación rápida, espíritu festivo, cambios de ritmo y de humor (en el vals, por ejemplo).
La delicadeza en la pulsación y las variadas gradaciones dinámicas caracterizaron su versión de Ma mère l’Oye, con atención especial a los colores (‘Laideronnette’ y sus escalas pentatónicas evocadoras del mundo oriental) y los ostinati que pintaban de sonidos a la Bestia y sostenidos con claridad por Lucio-Villegas en los graves. Más saltarina sonó la articulación en los Jeux d’enfants de Bizet y su evocación de los cuentos infantiles. Aquí se lució Sánchez en unos precisos arpegios ascendentes y descendentes (‘L’escarpolette) y ambas en los pasajes ágiles y rítmicos de ‘Le bal’.
Y todo culminó con esa maravilla de evocación desde la distancia de un espacio más soñado que vivido que es la Rapsodia española de Ravel. Escuchando la manera delicada y misteriosa con la que ambas pianistas tocaron el ‘Preludio a la noche’ nos podíamos detener en la evocación de esa fotografía de Ravel en estos mismos jardines del Alcázar junto a Romero Murube, el poeta de los jardines, en 1935. Las pianistas acertaron con el recuerdo del rasgueo de la guitarra en la ‘Malagueña’, así como en la languidez contenida en el ritmo de la ‘Habanera’, hasta llegar a la explosión de color y de sonido de ‘Feria’.